¿Cuántos chigüiros más deben morir?
En el país de Chigüirilandia, donde los niveles de corrupción se dan principalmente en las altas esferas de la especie, un grupo de chigüiros empresarios y camarillas de algunas cuantas transnacionales comenzaron a vender Chigüirilandia, por partes. En este “noble sentimiento de Progreso” empezaron, en un acomodado restaurante de alguna ciudad de esta hermosa nación del agua, a repartir la torta, y como si fuera poco, convidaron a otras especies como cocodrilos, serpientes, cerdos, lagartos y uno que otro perro viejo, residentes en otros lugares del planeta, para que participaran de dicho festín.
Pero ¿cómo había comenzado todo? Un día este grupo de animales se puso a experimentar con nuevos artefactos, enormes máquinas que podían tragar y absorberlo todo desde lo más profundo de la tierra. A uno de estos artefactos lo nombraron sísmica, y junto con éste se fueron por todos los territorios haciendo grandes huecos en el suelo con la intención de sacar un líquido preciado que trae “Progreso”, el petróleo. No conformes con este recurso natural, se unió al festín el genio mágico de la megaminería, y entonces compraron más herramientas para divertirse; trajeron dragas, tubos, volquetas, camiones, aplanadoras...
Pero ¿cómo había comenzado todo? A medida que “Progreso” llegaba, más tierra se sacaba y más agua se desperdiciaba. Los bosques fueron transformados en autopistas; pequeños caseríos de algunos chigüiros campesinos y obreros se convirtieron en centros de diversión, parques temáticos y zonas de derroche para algunos gordos chigüiros. De esta manera, en un principio, todo iba andando: más petróleo se sacaba, más oro se acumulaba y más chigüiros se enriquecían a costa del sufrimiento de otros cuantos humildes chigüiritos.
La madre naturaleza, muy enfadada, comenzaba a pensar en cómo reparar su sufrimiento… pensó y pensó… ¿qué podía hacer? Se le ocurrió esconder el agua y dejar sin el preciado líquido, muy necesario en la extracción de cualquier hidrocarburo o mineral, a las transnacionales. Pero algo olvidaba la naturaleza y era el hecho de que los trabajadores y habitantes de algunos departamentos de Chigüirilandia como Casanare, Arauca, Guajira, Meta, Chocó, y muchos otros, no tenían velas en este entierro. Al cuestionarse sobre su actitud, la naturaleza decidió arrebatarles el agua a dichos empresarios y ponerla en manos de las diversas comunidades de chigüiros: ancestrales, indígenas, campesinas, obreras y el pueblo chigüiro en general, quienes históricamente siempre dieron vida al preciado líquido, navegando por sus enormes causes y llevando en sus embarcaciones mitos y relatos sobre la importancia de proteger tan liquida mujer.
Pero ¿cómo había comenzado todo? Un día, cuando se cortó el suministro de agua a los magnates chigüiros, ellos decidieron robarla y retenerla: la encarcelaron, la militarizaron con sus ejércitos de halcones del comando sur, y prohibieron cualquier acercamiento a ella. El pueblo chigüiro comenzaba a sentir los estragos que causaba el acaparamiento de dicho liquido…
Los espejos de agua, donde todos los días iban a bañarse los chigüiros y a admirar su profunda belleza, empezaron a secarse, y muchos tuvieron que abandonar sus enormes llanuras y ciénagas para sobrevivir. Los que se quedaron murieron. Y aunque la ministra del medio ambiente de Chigüirilandia estimaba por los principales medios de comunicación que no existía ningún temor por la desaparición de más de 15.000 chigüiros compatriotas. Al mismo tiempo, expresaba lo siguiente: “lo que hay es chigüiros para rato”, olvidando el enorme esfuerzo a través del cual tantos chigüiros sacrificados construyeron su cultura y su vida en dichos riachuelos, lagos, cauces, moyas, y todo lugar donde el agua bañaba la tierra.
El pueblo chigüiro cansado de esta catástrofe, y no teniendo más que su fuerza de trabajo y su convicción de lucha, decidieron organizarse y empezar a promover referendos, plebiscitos, mítines, actos culturales, la recuperación de lagos y lagunas. Entonces, se organizaron en comités de base chigüiro y eligieron sus mejores representantes entre hembras y machos para la batalla.
Por medio de la huelga general paralizaron la industria; fortalecen los comités; ¡pararon todas sus actividades!, exigiendo una mejor condición de vida; cultivar sus alimentos con esperanza y regarlos con solidaridad; expulsar de sus territorios a los dueños de las máquinas del terror y devolver la dignidad al pueblo chigüiro. Lo único que hacía falta era transformar esa acción en un cambio de poder para el pueblo chigüiro, pero un sabio chigüiro se preguntaba: ¿para qué el poder? Aunque no lo hemos tenido formalmente, siempre lo hemos ejercido. Aprendimos que el poder nace del pueblo chigüiro y no de sus instituciones ¿para qué volver al viejo vicio de la demagogia? ¿Por qué no intentar vivir en comunidad y hacer de Chigüirilandia una comuna, una nueva Chigüirilandia?
Ahora, señor lector, ¿por qué sería importante seguir el ejemplo del pueblo chigüiro?
Cristian Andrés Cupajita López